acomodo mi boca de silencio entre sus alas
en el techo de la noche.
En el azul tendido de sus brazos
quedo dormida,
aletargada en el fondo de mi labio,
donde llega galopando en embeleso
una soledad inspiradora.
Dulce en la
voz de las horas
tejen sus dedos desde adentro
esos mil pedazos, confusos de rumores.
se cuentan como áridos versos,
ausentes de palabras.
Cada anochecer
me fugo en la pupila del sueño
con la misma calma,
y me pierdo en un paisaje de suspiros
en busca de sus ojos,
reconciliando el día con la noche,
donde la blanca Luna
sonríe con sus gestos en mi boca
mi verso atemporal.
M M
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