Aunque te hagas el
estrecho
y dardos quieras
tirar,
para hacerme
suspirar
no tires a dar al pecho,
tampoco andes a mi
acecho
aullando la sin razón
loco tierno fanfarrón.
Lobo eres, sabes
aullar
y pretendes
magullar
con tu aullido
socarrón.
No voy a salir al
trapo,
no me vas a
embobecer
y tampoco enmudecer
aunque tú me des guarapo
para ver si yo me empapo
mareándome el
asunto.
Yo, tomo nota y
apunto
más no quiero
chuchería
ni versar con
bobería
con las letras que
rejunto.
Y mira que tú me
gustas
así mostrándome el
diente
y aunque no eres mi
pariente
me relamo y me
regustas,
además, no me
disgusta
que levantes tanto
ruido
con tu boca y tu
ladrido
para sentirte más
vivo
mostrándote muy
altivo.
¡Ah! perro astuto
engreído,
no me lo tengas en
cuenta,
que no te cause
recelo
por pensar que
tengo celo.
Que yo no soy tu
parienta
la que tu cama
calienta,
que no me pongas
señuelo
pensando que soy
polluelo
haciéndote el trovador
no me causarás
candor
ni serás mi
desconsuelo.
M M
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Al cazador has cazado
querida
Mar, y en la trampa
como
una diosa del hampa
tu
dardo bien le has clavado.
Ahora
estará escorado
ladrando
triste a la luna,
en
medio de la laguna
de las
desdichas eternas,
con el
rabo entre las piernas
gimiendo
por su fortuna.
De
cazador a faldero
habrá
pasado, supongo;
aquí
lo digo y lo pongo
como
ejemplo verdadero.
Quizás
fuera un poco fiero
y por
eso amordazado
con un
bozal le has dejado
sin
agua, a la resolana,
porque
quiso ir a por lana
y
allí salió trasquilado.
Hay mucho
perro engreído,
Mar,
tú lo has dicho muy bien,
piensan
que de la sartén
el
mango tienen cogido.
Por
eso su merecido
hay
que darles y que aprendan,
porque
tal vez así entiendan
que
toda dama es astuta.
Ellas
llevan la batuta
igual
que llevan la rienda.
Deja
ahora que te cuente
de
otro perrito la historia,
que he
guardado en mi memoria
y que
tengo muy reciente.
Pasó
allá, por occidente,
en un
pueblo muy perruno.
El
perro se llama Nuno
y a la
iglesia que se fue...
Espera,
mejor es que
lo
cuente el propio infortuno:
Padre,
verdad, lo confieso,
he
celado a una mujer
que
ayer me dio su querer
y hoy
me la dio con queso.
Ahora
como un sabueso,
tras
su rastro y tras su culo,
pulgoso
voy. Ya no emulo
a ese
tal Don Juan Tenorio.
Padre,
acepto el responsorio,
celoso
soy como un mulo.
Se fue
con el alemán
que
tenía pedigrí
y
me dejó solo aquí
lamiéndome
el cordobán.
Rabioso
cual Leviatán
hasta
le mordí la mano
al
tiparraco cubano
que me
daba de comer.
Y,
padre, qué voy a hacer
si
perro soy y no humano.
O. Moré-