Estoy
perdiendo el sentido,
no
soporto el estribillo,
de
ese malicioso grillo
el
cri crí tan presumido
de
este bicho consentido
ya
me tiene enajenado,
me
estremece todo el techo
y
aunque lo tengo cercado
me
lo pone complicado.
¡Tengo
el oído deshecho!
Él
anda fiero a mi acecho,
en
cuanto me oye trinar
mi voz quiere fulminar
Así
me consta, es un hecho,
mas
esto me da que pensar.
¿Cómo este ruido cesar?
Yo
soy un poco suicida
y
aunque parezca quebrada
tan
confusa y mareada,
no
me daré por vencida.
Y
mi sorpresa no es esa,
no
sólo tengo este bicho
que
anda con tanto redicho
moliéndome
la cabeza.
Voy
de sorpresa en sorpresa.
No
salgo del sobresalto
a
mi voz le dan asalto,
un
zoquete lazarillo,
un
maestro con librillo
dándole
al bicho resalto.
M M
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Comparto
de nuevo con ustedes añadiendo a la entrada el Contrapunto que Ovido Moré hizo
a las Décimas “El Grillo”.
Y
como soy atrevida después de pedir su permiso añado un nuevo contrapunto como
respuesta al suyo.
Ese grillo majadero
que
la cabeza te agrede
tal
vez no lo haga adrede,
sólo
sea un mensajero.
Algo
así como el cartero
que
con su alegre silbato
te
avisa del arrebato
de
una epístola amorosa.
O
quizás sea otra cosa:
“Musa”
y Grillo literato.
Tal vez igual que Pepito
sólo
sea tu conciencia
o
el nivel de tu sapiencia
alcanzando
lo erudito.
No
sé si será delito
que
ese grillo te moleste
pero
cosa tan agreste
pone
los pelos de punta.
Es
absurda mi pregunta
¿El
Grillo tenia peste?
Ovidio Moré
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En el juego del cantor
huyo
de la calma chicha
poniendo
en juego mi ficha
gastando
broma al oidor
causándole
algún picor.
La técnica da licencia
con
humor y con sapiencia
donde
jocosa mi lengua,
va
practicando esta ciencia
porque
ingeniosa no mengua.
Pretendo poner el punto
sacando
gracia a la vida,
dándole
lo que me pida.
De
amor y humor la unto
al
versar un contrapunto
echándole
mi osadía
al
mostrar tal rebeldía
a
quien no me tiene estima
porque
el alma me lastima
al
tenerme tan “ceñía”.
A mí me inquieta ese grillo,
no
sé si algún mal le aqueja,
ni
por qué siempre se queja
si
intento echarle pestillo
porque
el canto no le pillo.
Además,
me vuelve loca,
y
no sé callar la boca
cuando
grilla sin razón
y
un runrún en mi provoca
su
lesivo corazón.
Yo
no soy una letrada.
En
su cri no siento amor,
tan
sólo siento al censor
dándome
en esa silbada
su
quejosa voz porfiada.
No
sé si eso es un antojo,
o
sólo me guiña un ojo
tratándome
de novata
poniéndome
así abrojo
en
su carta sin posdata.
María del Mar M M
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