La décima así empieza
mostrándomela
un maestro;
mas, elocuente y muy diestro
me
la muestra con fineza
adornada
con riqueza
de
la forma más sentida,
no
perdiendo su medida.
Quimérico
nunca resta
y
su voz no me molesta
si
me da una sacudida.
Si le pica el gusanillo
por
la décima versar
conmigo
quiere quedar
a
la luz de un farolillo
pa’
cantar como un chiquillo
unos
versos bien sonoros
que
le salen por los poros.
Una
rima bien hilada
que
le queda bien atada
al
hacernos unos coros.
Y rondamos a la noche
abriendo
la reja al día
sin
que sea una porfía.
Y
tejemos con derroche
tan
grácil que no se tronche
la
voz en un verso cojo
si
la hilamos con abrojo.
Pues
sabiendo que nos miran
estas
voces ya suspiran
y
se encienden sin cerrojo.
Helo aquí tan generoso
este
verso con postura
que
me quita la armadura
después
de un largo reposo.
Y
en un reglón muy costoso
la
rima luce su brío
al
darle el libre albedrío
y
el júbilo a esta boca
volviéndola
casi loca,
acabando
con su hastío.
María del
Mar M M
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