Llegas cuando parte
la luz de la tarde.
En el don de la campana
que aflige el paisaje.
Crezco y decrezco
en un soslayo de verso
acariciando el rostro
de horas ensimismada
cuajadas de olores,
en castillos de arena.
Voy en fúnebres sueños
cuando ya no eres agua en mi boca,
ni sed en mis ojos.
Todo se desvanece
al perder los matices de oro,
cuando el verso viene a mí
y admito la penuria.
El conocimiento:
Estuve en tus manos
consumiendo mi vida.
La verdad es amarga
M M
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