Las hojas
se arremolinan con el viento
y la suave
luz del otoño pasea distraída por las horas,
donde el
sosiego y la calma curan las heridas de antaño.
El tic tac
del reloj no para de hablar
y el
desgastado silencio distrae a la conciencia
que viaja
en el tiempo tras las huellas de un fantasma.
Tiritan
las horas en la espera,
y murmura
la conciencia
en la
gravilla del sendero que lleva a la estación.
En dulce vuelo, escapa un suspiro
que calla
en la antesala de su boca, un te quiero.
Esperando
el último pasajero de su tren.
M M (30-11-2009)
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