Baakir
es senegalés, el mayor de ocho hermanos, algunos de ellos ya casados y con
hijos, viven todos juntos en una misma casa.
Cuando salió de su país por decisión familiar buscando un futuro se
jugó la vida, además de emplear todo el dinero de la familia para pagarse un viaje en
una patera que lo llevaría engañado a un
paraíso.
Tiene nombre, apellido, familia
y en el pueblo donde nació y creció todo el mundo lo aprecia y respeta.
Dejó todo atrás y se embarcó en
el sueño de la prosperidad.
Consiguió llegar a su destino,
después de varios días, en un estado lamentable, pero eso a él no le importaba,
había llegado; aunque de tener nombre, apellido, familia y una nacionalidad pasó
a ser un indocumentado. Pero sobre eso él seguía pensando lo mismo; había
llegado y se abría ante sus ojos un futuro para su familia.
Poco a poco se fue recuperando de
aquel duro viaje que hizo en una destartalada barcaza con veinte personas más
en el oscuro infierno de la noche.
Después de meses y de vivir confinado
en un centro de inmigrantes consiguió un trabajo.
En ese momento la construcción
estaba en auge, cualquier trabajo que no quisieran otros, para él era una
bendición. Trabajaba duro, al sol todo el día, pero era feliz, mandaba dinero a
su familia y comenzaba a disfrutar de la amistad de sus compañeros. Las
personas del barrio donde vivía ya lo
conocían, hasta los dueños de la tienda de comestibles le tenían aprecio.
La vida le sonreía y a pesar de
sentir nostalgia por su familia y su país, no podía, sabía que no podía
quejarse, era afortunado.
Si embrago, hoy me he fijado…hace
semanas que veo a Baakir en la puerta del
supermercado, me sonríe cuando cruza su mirada con la mía, pero no me había percatado de porqué estaba allí, qué hacía.
Observé que las personas pasaban
por su lado cargadas con bolsas, él se les acercaba y les decía algo mientras
ellas continuaban caminando y respondían con gestos. Desde la distancia supuse
que pedía, pero me equivoqué.
Al pasar por su lado oí como le
decía a una señora mayor “¿le llevo las bolsas hasta el coche señora?” al
momento vi como la señora sujetaba las bolsas con más fuerza y negaba con la
cabeza mientras continuaba su camino.
También comprobé que el gesto de Baakir
no cambió, él continuó sonriendo y esperó a la siguiente persona que consideró
que necesitaba ayuda con sus bolsas.
Baakir llegó de su país siendo la
misma persona, pero sin papeles. Tuvo que demostrar su valía para un trabajo
que otros no querían, ganarse la confianza de sus compañeros, la de sus vecinos,
sólo para volver a tener nombre y
dignidad.
Pero la crisis no sólo le quitó
todos sus logros sino que también lo ha hecho sentir un delincuente ante los
ojos de la sociedad por la inseguridad que generan los ladrones nacidos de la
pobreza en un país que vive en crisis.
Baakir sólo quiere ganarse el pan
llevando bolsas de la compra hasta el maletero de un coche o hasta la puerta de
una casa.
Baakir, es senegalés.
M
M (12-9-2012)
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